María Eugenia Vaz Ferreira

Poetisa uruguaya, nacida en Montevideo en 1875. Fue la primera mujer uruguaya en consagrarse como poeta y es considerada una de las principales poetas del país y una de las creadoras líricas más importantes de Hispanoamérica. 
Su obra transitó desde el romanticismo tardío, hasta el modernismo. Sus primeros versos aparecieron publicados en diversas revistas de la época y en ellos se puso de manifiesto la intensidad de su sentimiento y la pulcritud en la composición. 
Su primer libro, escrito hacia 1903 y titulado Fuego y mármol, permanecería inédito hasta la publicación póstuma de sus Obras completas, en 1966. Entre sus obras se destacan: La piedra filosofal (1908) y Los peregrinos (1909).
Obras destacadas

Vaso furtivo

 

Por todo lo breve y frágil,

superficial, fugitivo,

por lo que no tiene bases,

argumentos ni principios;

por todo lo que es liviano,

veloz, mudable y finito;

por las volutas del humo,

por las rosas de los tirsos,

por la espuma de las olas

y las brumas del olvido…

por lo que les carga poco

a los pobres peregrinos

de esta trashumante tierra

grave y lunática, brindo

con palabras transitorias

y con vaporosos vinos

de burbujas centelleantes

en cristales quebradizos…



La estrella misteriosa

 

Yo no sé dónde está, pero su luz me llama,

¡oh misteriosa estrella de un inmutable sino!…

Me nombra con el eco de un silencio divino

y el luminar oculto de una invisible llama.

Si alguna vez acaso me aparto del camino,

con una fuerza ignota de nuevo me reclama:

gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama

o un imposible amor extraño y peregrino…

              

Y sigo eternamente por la desierta vía

tras la fatal estrella cuya atracción me guía,

mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega!

Pero su luz me llama, su silencio me nombra,

mientras mis torpes brazos rastrean en la sombra

con la desolación de una esperanza ciega…



Voz del retorno

 

Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera

la dulce remembranza de un viejo sueño vano,

ni la marchita y frágil ala de una quimera

que al estrecharse deja su polvo entre la mano.

La media noche es tarde y el alba fue temprano,

y el orgulloso día le dijo al sol: “Espera”;

quien sin besarla aspira la flor de Primavera,

pasa como una sombra por el jardín humano.

              

Violetas de los prados en el solar fragante,

rosas de los pensiles rojas y perfumadas

que al pasajero abrieron su misterioso broche;

el náufrago retorna como una sombra errante,

sin una sola estrella de flámulas doradas

con que alumbrar el fondo de su infinita noche.