Poemas recomendados de El Salvador

Poemas recomendados de El Salvador

A través de los versos de sus poetas, El Salvador ha expresado su identidad, su lucha y su amor por su tierra. En este post, nos sumergiremos en la poesía salvadoreña para descubrir cómo sus versos han capturado la esencia de esta tierra y su gente a lo largo del tiempo.
Roque Dalton

“Hora de la ceniza”

Finaliza septiembre. Es hora de decirte

lo difícil que ha sido no morir.

 

Por ejemplo, esta tarde

tengo en las manos grises

libros hermosos que no entiendo,

no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia

y me cae sin motivo el recuerdo

del primer perro a quien amé cuando niño.

 

Desde ayer que te fuiste

hay humedad y frío hasta en la música.

Cuando yo muera,

sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,

mi bandera sin derecho a cansarse,

la concreta verdad que repartí desde el fuego,

el puño que hice unánime

con el clamor de piedra que exigió la esperanza.

 

Hace frío sin ti. Cuando yo muera,

cuando yo muera

dirán con buenas intenciones

que no supe llorar.

Ahora llueve de nuevo.

Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto

como hoy.

 

Siento deseos de reír

o de matarme.

Lilian Serpas

“Ocaso”

La luz en pie de Ocaso compagina

al del Oro sangrante de la rosa;

y suma cardinal y milagrosa

al viraje del sol en la colina.

 

La fuga de las cosas se adivina:

diríase una escala luminosa,

por donde asciende el aria jubilosa

que al corazón de la floresta afina…

 

Más la tregua de un día pajarero

– en nidales de celo y alborozo-,

elige permanencia en el alero…

 

Y un éxtasis de dicha se presiente

-al expirar un ágave gozoso-,

¡tal un místico albor, en el poniente!

Miguel Huezo Mixco

“Si la muerte”

Si la muerte viene y pregunta por mí

haga el favor

de decirle que vuelva mañana

que todavía no he cancelado mis deudas

ni he terminado un poema

ni me he despedido de nadie

ni he ordenado mi ropa para el viaje

ni he llevado a su destino el encargo ajeno

ni he echado llave en mis gavetas

ni he dicho lo que debia decir a los amigos

ni he sentido el olor de la rosa que no ha nacido

ni he desenterrado mis raices

ni he escrito una carta pendiente

que si siquiera me he lavado las manos

ni he conocido un hijo

ni he empredido caminatas en países desconocidos

ni conozco los siete velos del mar

ni la canción del marino

Si la muerte viniera

diga por favor que estoy entendido

y que me haga una espera

que no he dado a mi novia ni un beso de despedida

que no he repartido mi mano con las de mi familia

ni he desempolvado los libros

ni he silbado la canción preferida

ni me he reconciliado con los enemigos

dígale que no he probado el suicidio

ni he visto libre a mi gente

dígale si viene que vuelva mañana

que no es que la tema pero si siquiera

he empezado a andar el camino

Serafín Quiteño

“Sonetos de la palabra (Poeta)”

¡Oh, tú!, el abandonado entre puñales,

entre densos fantasmas, en perdidos

mares de sombra, selva de gemidos

y ausentes golondrinas y rosales.

 

¡Oh, tú!, el ciego, el confiado entre fanales

hoscos de noche y muertos sumergidos…

confiado entre lebreles contenidos

y solo ante los dioses inmortales.

 

Con todo, sosegado en la agonía,

Fuerte en el llanto, casto en la alegría

Resurrecta de oscuros manantiales.

 

Ahí un rodar de lágrimas te guía

Y una palabra pura frente al día

Alza sus infantiles catedrales.

Claudia Lars

Te elevo sobre el mundo y el ensueño

Te elevo sobre el mundo y el ensueño,

¡escultura de luz, de aroma y canto!

Ala impaciente, roce de tu manto,

tácito y puro en vida y en diseño.

 

Te sostiene mi verso, tan pequeño

-piedra de espuma, base del encanto-

y en vigilias y vórtices de llanto

sierva soy al servicio de mi dueño.

 

Toda belleza en ti dobla su gracia,

toda gracia precisa sus virtudes,

toda virtud aumenta su eficacia.

 

Se alza de mi verdad tu nombre fuerte

y en espacio de soles y laúdes

quiebra el ángulo frío de la muerte.