Poemas recomendados de República Dominicana
“Les invitamos a explorar los poemas destacados del mes, una exquisita selección que resalta el talento de varios poetas dominicanos. Sumérgete en estos versos y déjate envolver por la magia lírica de República Dominicana, un canto que refleja la riqueza y diversidad de nuestra tierra caribeña.”
Rosa Silverio
“Mi tristeza”
Mi tristeza es mía, única, egoísta,
con nadie quiero compartirla
y a nadie hago responsable de ella.
Es un lagarto que me observa desde el techo.
Veo su cola alargada y sus patas diminutas,
sus ojos que miran hacia ninguna parte,
su serenidad oscura y milenaria.
Mi tristeza es cosa de un momento,
de unos días, de un mes,
de un tiempo secreto y solitario,
pues cuando todos me ven sonreír
yo todavía arrullo este sentimiento sutil y delicado
que se estira como el cuello de un cisne.
Mi tristeza es una ola.
En ocasiones me derriba y me lleva mar adentro.
Yo me dejo ir… ¿Acaso tengo otra salida?
Siempre abro los brazos cuando ella viene a mi encuentro.
No le preceden huracanes, ni desgarres, ni huidas innecesarias.
Hay en mí una predisposición natural,
una voluntaria placidez ante esta forma de estar
que nadie comprende
y que no espera ser comprendida por el mundo.
Mi tristeza es un refugio en el que me arrincono
cuando naufragan los barcos y estallan explosivos.
En su seno me duermo y olvido a los peces voladores,
las lenguas de serpientes y los dragones azules.
Mi tristeza es un estanque y un pájaro.
Mi tristeza es un ancla.
Manuel del Cabral
“Los hombres no saben morirse”
Los hombres no saben morirse…
Unos mueren no queriendo la muerte;
otros
la encuentran en un beso, pero sin estatura…
otros
saben que cuando cantan no le verán la cara.
Los hombres no se mueren completos,
no saben irse enteros…
Unos reparten en el viaje sus retazos de muerte;
otros
dejan el odio para cuando vuelvan…
Otros se van tocando el cuerpo
para saber si salen de la trampa…
Los hombres no saben morirse…
Unos van dejando su yo sin comprenderlo;
van dejando basura para esciba esotérica;
otros
se vuelven hacia adentro ante el vacío…
Pero todos,
con el cadáver de su tiempo al hombro,
todos,
todos son el Uno,
el Uno
que sólo por amor vuelve a la tierra.
José Alejandro Peña
“Rodeo”
El día comienza con la noche.
La noche comienza con la noche.
El día es un hueco en el cuerpo
de la noche.
La noche es como el viento: se desprende
y nace de sus propios límites.
Yo soy el viento sin origen
sin lugar en la noche.
Yo soy el comienzo del día
en la noche que se retrasa
o muere.
En su diafanidad la noche
es casi el día. Yo me cubro
la cara con las manos del día.
Yo tengo fe en el retorno
de cada noche no vivida.
Yo busco el equilibrio entre las
islas de verdadero reposo.
José Mármol
“La juventud”
No miráis,? no miráis? se semeja
A la faja de chispas luciente
Que en la linfa de un rio refleja
Cuando asoma la luna en oriente.
Y que a par de la luna en la Esfera
Todas van tremulantes y bellas
Sin temor ni recuerdo siquiera
De la sombra que viene tras ellas.
No miráis? Es el hombre que tiene
En el pecho la vida encerrada,
Y la tierra sagaz lo entretiene
Con su bella corteza dorada.
Ah, sí, sí, juventud, que cautiven
Vuestro pecho los goces del mundo:
Vuestros labios á trágos que liben
Dela vida el deleyte fecundo.
Y que riendo, y cantando, y bebiendo,
Y de lujo y placeres hastiada:
Con deleytes soñando y viviendo
Os paséis á otra edad embriagada.
Mas las rápidas alas que agitas
No suspendas, por Dios, un instante
Empujad cuanto esté por delante
Dela senda de flores que habitas.
Carcajadas, y burlas resuenen
Si un mendigo su pan os pidiere:
Carcajádas y burlas retruenen
Por la estancia del hombre que muere.
No por Dios meditéis un momento
Si la tierra, la vida y lo ideal
No queréis que se os cambie violento
En sarcasmo irrisorio del mal.
Salomé Ureña
“Tristezas”
Nuestro dulce primogénito,
que sabe sentir y amar,
con tu recuerdo perenne
viene mi pena a aumentar.
Fijo en ti su pensamiento,
no te abandona jamás:
sueña contigo y, despierto,
habla de ti nada más.
Anoche, cuando, de hinojos,
con su voz angelical
dijo las santas palabras
de su oración nocturnal;
cuando allí junto a su lecho
sentéme amante a velar,
esperando que sus ojos
viniese el sueño a cerrar,
incorporándose inquieto,
cual presa de intenso afán,
con ese acento que al labio
las penas tan sólo dan,
exclamó como inspirado:
“!Tú no te acuerdas, mamá?
El sol ¡que bonito era
cuando estaba aquí papá!”