Santiago Vizcaíno – Autor destacado del mes

Santiago Vizcaíno – Autor destacado del mes

Santiago Vizcaíno (Quito, 1982) es un destacado poeta, narrador y gestor cultural ecuatoriano. Ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura en poesía y ensayo (2008) y el Premio Pichincha de Poesía (2011). Su obra ha sido reconocida a nivel internacional, participando en ferias literarias en varios países. En 2018 ganó el Sistema Nacional de Fondos Concursables con su novela Taco bajo. Actualmente dirige el Centro de Publicaciones de la Universidad Católica del Ecuador y ha sido curador de la Feria Internacional del Libro de Quito.

Poemas destacados

Torpe gacela la palabra muerte

A mi padre

Es espantoso tu silencio.

mar o viento alocados por la música desnuda.

si hubieras dicho: tomare la noche / será polvo.

pero el mensaje decía: papa ha muerto, papa ha muerto.

fue el dolor violento del corte,

el rayo incrustado en el cráneo,

la pólvora cruel que explota en la memoria.

no dijiste: iré a palpar el aire, a jugar con el margen.

tu territorio ya no es mío / tu cuerpo es lava.

tengo ahora el frio de la sombra,

tengo ahora el temblor del día.

si hubieras dicho: tiéndeme la mano,

la mía estará sepulta.

sin embargo, te escucho,

tu risa es un avispero en el pecho.

dos cosas me significan:

la paz de tu rostro nunca imaginado

y el brillo de la estela de tu paso.

torpe gacela la palabra muerte.

turbia mirada la del abismo inesperado.

si hubieras dicho: me voy a poblar la arena, a regar el

llanto.

¡tirita, imposible,

dios, tirita!,

no separes la voz padre de la voz hijo.

dadme tu espantoso silencio para hacerlo añicos.

 

Hay cenizas

A Néstor Perlongher

 

Hay cenizas que vuelan en el trópico.

Hay cenizas que se deshacen con un simple

aleteo.

Hay cenizas que se disipan en el abismo como

el aliento.

Hay cenizas que se pierden en el torbellino de

un exceso de frío.

Hay cenizas que se tocan entre dos cuerpos que

se amaron.

Hay cenizas que caben en el hoyo de tu mano.

Hay cenizas que tienes que olvidar

y enterrar en la nieve

como el cadáver de un venado.

Hay cenizas bajo tu cuerpo.

Sobre todo, hay cenizas.

En la noche, hay cenizas.

En la devastación, hay cenizas.

En el tronco carbonizado del almendro,

hay cenizas.

Donde busques,

como una forma de reconciliación,

hay cenizas.

Es una fórmula concurrida la repetición

como es una fórmula la metáfora

cada vez que dices: hay cenizas.

Es porque hay cenizas.

Cuando todo lo palpable se haga soplo,

entonces habrá cenizas.

Y si escribes algo que merme la posibilidad de

la angustia,

no habrá luna que te alumbre.

Habrá solo pasado,

porque todo aquello que significó

será ceniza.

 

Bosque de algarrobos

Las nubes se han ido.

Entonces veo cómo la tórtola

se hunde en el aire

y su pecho se ve blanco

a través de la mañana diáfana.

Detrás,

la montaña seca

se divide y asciende.

Cientos de algarrobos se mecen suavemente

en una danza desértica.

Ayer,

ha llovido al fin:

lágrimas sobre el cascajo inerte.

Solo queda el petricor,

el caracol que se despierta.

¡Oh, negra posibilidad de la nostalgia!

No busques criaturas entre la niebla.

No busques más sombras entre la arena.

Si algo parece mirarte a través

de la copa de un árbol,

no es como tú.

Ni siquiera tu angustia que flota en este lago

de arena.

 

Ausencia

A José Fernando

 

No espero. Nunca espero pero espero: Tu cuerpo

menudo y tibio. Tu sonrisa como un faro. Tu mano

que me toma como a un asidero. Tu manera de

decirme padre. Tu piel tan blanca como espuma.

Ya no tengo rabia ni se forma un agujero adentro,

muy adentro, como apretando el músculo del

llanto. Ya solo recuerdos de juegos y risas que se

tornan nubes, sombras de lejanos besos. Cuando

vuelva a verte, habrás crecido como hierba nueva,

como tronco duro y sólido, como tallo, como raíz

de árbol. No se puede justificar la ausencia. Pero es

posible que el silencio que nos une, que grita como

un venado solitario, que llena mi casa de dolor,

haga de nosotros dos ramas que se entrelazan.

Recuerdas cuando me preguntabas por qué los

libros, papá, por qué tantos libros en casa como

cuadros para mirar. Yo te decía que los libros eran

maneras de escapar, maneras de no estar solo. No

sé si lo entendiste. Tenías apenas 7 años. Solo me

miraste con esa extrañeza tuya que decía que todo

tu futuro estaría poblado de mar. Siempre lo supe.

Supe que quería un hijo del mar, que el mar te iba

a transformar en un hombre. Ojalá entiendas, hijo

mío, que el mar es también un deseo de todos lo

hombres. Y ojalá algún día te pueda enseñar lo

que el mar significa, lo que cada sirena guarda y es

insoportable. Verás el mar todos los días, eso me

reconforta. Un hombre no se puede cansar del mar.

Las ciudades son horribles y convierten a las gentes

en miserables zombies. Pero tú tendrás el mar todos

los días. Yo seguiré extrañándote. Pensaré que cada

día, cuando salgas del colegio, mirarás el mar y

pensarás en tu padre, lleno de libros y angustias.

Menos solo, cada día menos solo, cada noche,

menos solo, pero pensando en ti, en tu cuerpo

menudo creciendo y haciéndose fuerte, muy fuerte,

como el silencio de las sirenas.