Paulina Vinderman – Autor destacado del mes

Paulina Vinderman – Autor destacado del mes

Paulina Vinderman (Buenos Aires, 1944) es una poeta y traductora argentina. Participó en festivales internacionales de poesía como el de Granada (2013) o el de Medellín. Ha sido incluida en numerosas antologías y muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, al italiano y al alemán. Colaboró en publicaciones de Buenos Aires e Hispanoamérica con poemas, artículos y reseñas literarias, entre ellas La Nación, La Prensa, Clarín, Babel, «Diario de Poesía» o «Intramuros». 

Publicó en Feminaria, una revista de teoría feminista que se publicó desde 1988 hasta 2008.​ Entre las hispanoamericanas se cuentan El Espectador (Colombia), Hora de Poesía (España), Babel (Venezuela) o Hispamérica (USA),​ entre otras.

Poemas destacados

Voy hacia el nombre

Y es siempre el terror a los veranos

y el lento no saber.

Voy hacia el nombre.

Tal vez me llame invierno

en el país del lenguaje.

Cuando no hay viento,

y el silencio se olvida de cerrar

una ventana,

hago el refugio en mi imagen perdida.

El alma

desparramada por los mundos,

reúne sus pedazos

en las noches sin luna.

 

El universo entero

se acerca de puntillas a mi mesa

cuando recobro la manera de mirar.

 

Consul honoraria II

Finalmente una tarde a punto de extinguirse

llega la notificación.

Habla de un destino remoto, tropical, casi ansiado,

de una inseguridad sutil.

Pero esta ciudad es una serpiente que muda de piel

y ya no puede recordar sus sueños.

La luz cae como una casa que se derrumba

y me enamoro de este corredor de piedra, de esta orfandad

cargada de lenguaje.

 

El cafetero espera para cobrar su deuda

mientras hago entrar en una caja azul varios años

y un día.

 

Es una derrota y un salvoconducto

y la emoción un simulacro de incendio de la memoria

tan fallido como real.

 

Miro mi árbol y guardo el lápiz mordido en la base,

como si fuera un incensario precolombino.

 

Esa mujer que se pierde en la noche, incandescente

de angustia, debo ser yo.

 

Una noche suave, indefinida, lavada por las estrellas jóvenes.

Bajo las arcadas del Paseo

veo cómo la luna se fotografía a sí misma sobre cada

columna:

vaticinios de una chatarra que no contemplaré.

La migración es tan vieja como la historia,

pero la historia es una laguna seca esta noche.

Voy por un mapa, los poemas de Yeats y alguna camisa para

dormir.

No me daré vuelta,

no bordé mis iniciales sobre nada ni nadie en esta ciudad

calcinada

(la ciudad donde los leones lloran).

 

Escalera de incendio

Me asomo a la ventana como todas las tardes

para escribirte.

Este cielo es tan pálido que da miedo mirarlo

(y de los jacarandáes con el abuelo basta).

Sé que estoy viva, es decir

camino calles y Veo el trabajo del azar

en la arboleda.

 

Nada resplandece en los papeles que rondo,

el muchacho de la batería toca de seis a siete

mientras su madre visita amigas

con alguna receta para dejar de amar.

En todo caso la soledad es la que resplandece

y a veces la sequía,

quiero ver al infinito revolotear

en esa torpe batería:

una señal, la traición de una señal, la ficción

de una señal.

Nada es seguro, ya ni siquiera me desvelo

por una palabra para hacerle feliz.

La balada de Cordelia

IV

Gracias Juan, me apena

tu partida.

Pero no puedo viajar, no tengo pies.

Me he convertido

en una enorme raíz,

una especie de anti-árbol

de memoria y de miedo.

Tengo a la India en mi ventana

en forma de azalea.

Y mi corazón es un barco sin cubierta,

con todos sus camarotes vacíos

para que yo los llene.

Para mudar de uno a otro

cada noche, y esperarme.

Volveré un día al pueblo por los dos.

La plaza debe sentirse tan sola

con sus faroles nuevos.

 

Te envío siempre mi amor.

 

Los espejos y los puentes

XXII

La robaron el sueño, amor, se lo robaron.

La muñequita tonta, vestida de alfileres

que siempre muere acunando un sueño púrpura

entre brazos que no le pertenecen.

De noche fue, cuando siempre se mueren realidades.

Y se quedó mirando la luz del farol

en el aljibe-memoria.

Se habrá quedado allí, en el agua, dolor,

buscando las vertientes.

El sueño boquiabierto de estrellas

como el sapo del cuento.

La muñequita ojos cerrados de luna

volverá a su país sin duda

cuando acabe el número de sueños permitidos.

Habrá estatuas de cal y viejos terciopelos.

A su pequeño sol, al fin, lo habrán anochecido.