Poemas recomendados de Costa Rica

Poemas recomendados de Costa Rica

“A través de las palabras de sus poetas, Costa Rica ha narrado su amor por la biodiversidad, su compromiso con la paz y la sencillez de su vida cotidiana. Prepárate para un viaje literario a través de los versos que celebran la belleza natural y la riqueza cultural de este hermoso país.”
Ana Istarú

“Vida”

Vida:

sella mi pacto contigo.

Hunde tus brazos azules

por el arco de mi boca,

derrámate como un río

por las salobres galerías de mi cuerpo, llega

como un ladrón, como aquel

al que imprimen en la frente de improviso

el impacto quemante de la dicha,

como quien no puede esconder más bajo el abrigo

una noticia magnífica y quiere reírse solo,

y está el amor que se le riega por los codos

y todo se lo mancha,

y no hay quien lo mire que no quiera

besar dos veces las palmas de sus manos.

Vida: asómate a mi carne, al laberinto

marino de mi entraña,

y atiende con arrobo irreprimible

a este niño infinitesimal

urdido por el cruce de fuego de dos sexos.

Por él he de partir en dos mi corazón

para calzar sus plantas diminutas.

Vida: coloca en su cabeza de la altura de un ave

el techo de tu mano. No abandones jamás

a este cachorro de hombre que te mira

desde el sueño plateado de su tarro de luna.

Coloca, con levedad silvestre, tu beso inaugural

en sus costillas de barquito de nuez. No lo abandones,

es tu animal terrestre, el puñado de plumas

donde se raja el viento.

Vida: acoge a esta criatura

que cabe en un durazno.

Yo te nombro en su nombre su madrina.

Alzo por ti mi vientre.

Vida: abre los brazos.

Julián Marchena

“Inmortal”

No todo ha de morir cuando la fosa

estruje la materia inanimada;

la arcilla de mi cuerpo es prodigiosa:

desaparece y surge renovada.

 

No sé si convertida en una rosa

brote después mi carne torturada,

o si vuelva a la vida misteriosa

lo mismo en una cruz que en una espada.

 

Risco será tal vez, acaso espuma,

enhiesta palma o imprecisa bruma…

Y si mañana es polvo no más, quiero

 

que ese polvo final de mi destino,

se tienda dócilmente en el camino

hasta que lo recoja un alfarero.

Max Jiménez

“Calendario”

Calendario

margarita de la muerte;

sí, no, de nuestra suerte.

 

Calendario, lapidario

viejo osario

de la muerte.

 

¿Aún hay auras en tus hojas

para mí?

 

¿No habrá medio de que acojas

mis congojas?

 

 Deshojas y deshojas,

 mi corola carmesí.

 

Calendario:

primavera de renuevos

esperanza de días nuevos.

 

Te deshojas,

calendario

al osario.

 

Y se va por tus umbrales

la ambición sin esponsales,

en horribles bacanales…

Virginia Grütter

“La ventana”

Tenías dos pechos igual que yo

Y el pelo largo igual que yo

Y la boca pintada como yo la quería

Y usabas falda igual que yo

De tela floreada igual que yo

Y llevabas sandalias como yo

Y te arrastraban dos policías

Y dabas gritos en mitad de la calle

Y llevabas de rastras las sandalias

Y te sangraban los pies

Y desde adentro me llamó mi abuela

Y vino

Y cerró la ventana

Y me arrastró del pelo

Hasta lo más oscuro de la sala.

Carlos Francisco Monge

“Doncellas en el parque”

 

Siempre al poeta

le dan vuelta las palabras;

lo aturden, lo atosigan,

pugnan por reclamar su derecho a la fama

y a los fastos mundanos;

lo obligan a pensar, a deambular

por los parques, por la habitación,

durante la vendimia,

en tiempos de aridez y carestía.

 

No callan, nunca se repliegan,

se quieren ver impresas, acariciadas,

lentamente bebidas,

junto a la claridad o a la redención.

 

Nublan el alma a veces,

se aprietan a la piel con seductora constancia,

recriminan el tedio y el silencio,

fijan su ruta traspasando el alba,

la materia, el naufragio,

el corazón iluso.

 

Pero el poeta, si es poeta, calla;

resiste los embates, desconfía,

enhebra con cautela y reposo

sus incidentes, su llevadera alegría,

su respiración.

 

Le dan vuelta las palabras,

lo aturden, lo marean

con implacable hermosura,

rapaces, codiciosas,

y él las mira a los ojos, las mide, las escudriña

como hojas secas, sueltas en el parque,

sin más promesa que el viento.