Poemas recomendados de Puerto Rico
“Puerto Rico ha dado vida a poetas cuyos versos resuenan con la pasión, la historia y la riqueza de su identidad. En este post, exploraremos algunos de los poetas más destacados del país y la belleza de su contribución a la literatura; un reflejo de la rica historia y la pasión de la isla, con versos que celebran la cultura, la lucha y la belleza de Puerto Rico y continúan inspirando a nuevas generaciones de poetas y amantes de la poesía.”
José María Lima
“Es hermano del día”
Es hermano del día quien tropieza,
hermano de la rama
busca al árbol
y muere de un golpe de rueda mal situada
hermano de la sílaba
anda en pos de gargantas
y muere asesinado
por cuchillos a sueldo.
¿De quién las etiquetas
el muro con el alto nombre
la tierra con su dueño y sus mastines
los libros al revés
su filo de oro
poniendo zancadillas
al que canta por otros
al que dice el dolor y se lastima?
¿De quién las etiquetas
el ojo relamido
el mañana feroz
con sus puntales
bien ganado el olvido?
Los hermanos del día
tienen fecha en el surco,
en la mina su certidumbre afincan.
José de Diego
“La Borinqueña”
¿Qué alma, llorando su infeliz destino
dentro del himno popular se agita,
al ascender la música infinita
en el fondo del aire cristalino?
Vibra en la flauta el prolongado trino,
la tempestad en el tambor palpita,
gime el violín, el clarinete grita
y solloza profundo el bombardino…
Es el acento múltiple, anhelante,
de la perdida caravana errante
que del nativo hogar la suerte implora…
¡Es el alma de un pueblo sin enseña!
¡Es la dulce, la triste “Borinqueña”,
madre ideal que por sus hijos llora!
José Gualberto Padilla
“El maestro Rafael”
Pobre y humilde artesano
de oscuro y modesto nombre,
hubo en Borinquen un hombre
caritativo y cristiano;
con la dádiva en la mano
y en el corazón la calma,
ciñó por única palma
la pura y dulce alegría
con que sus dones hacía
para provecho del alma.
Es una historia de ayer,
que está viva en la memoria;
aún recuerdan esa historia
los que nos dieron el ser.
Ellos que pudieron ver
que el modesto menestral,
en combate desigual
con el tiempo y la ignorancia
a la pobre y tierna infancia
daba el pan intelectual.
Sacerdote de la idea,
de la ilustración obrero,
tuvo el noble tabaquero
la fe que redime y crea.
En la fecunda tarea
a que dio su vida fiel,
conquistó como laurel
de la tumba que lo abriga,
que hoy el nombre se bendiga
del maestro Rafael.
Y cuando el naciente sol,
que a iluminarnos empieza,
brille en toda su grandeza
en el cenit español,
a su candente arrebol
otra edad verá lucir
con letras de oro y zafir,
grabado en el mármol duro,
ese nombre ayer oscuro,
glorioso en el porvenir.
María Bibiana Benítez
“A la vejez”
Adiós los pasados días
de mi dulce juventud;
idos con la multitud
de glorias que fueron mías!
OH, tristes, siempre sombrías
memorias que me matáis!
Si a mi mente no os mostréis
tales como entonces fuisteis,
¿para qué dichas me disteis
si agora me las quitáis?
Toma tus funestos dones,
naturaleza inhumana,
pues tan bárbara y tirana
de nuestra dicha dispones.
En tus primeras acciones
¡cuántas riquezas se ven!,
más pródiga que tú, ¿quién?
Nos das una primavera
y luego tirana y fiera
nos arrebatas el bien.
Julia de Burgos
“Canción amarga”
Nada turba mi ser, pero estoy triste.
Algo lento de sombra me golpea,
aunque casi detrás de esta agonía,
he tenido en mi mano las estrellas.
Debe ser la caricia de lo inútil,
la tristeza sin fin de ser poeta,
de cantar y cantar, sin que se rompa
la tragedia sin par de la existencia.
Ser y no querer ser… esa es la divisa,
la batalla que agota toda espera,
encontrarse, ya el alma moribunda,
que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.
¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!
Fuera de tu canción soy ala seca.
La muerte y yo dormimos juntamente…
Cantarte a ti, tan sólo, me despierta.