Eduardo Mitre – Autor destacado del mes
Eduardo Mitre (Oruro, 1943) es un poeta, ensayista, crítico y traductor literario boliviano, reconocido internacionalmente. Sus textos son claves para entender la poesía boliviana de la segunda mitad del siglo veinte. En ellos se puede apreciar una escritura viajera, hecha de huellas y de rastros. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano y portugués.
Entre sus publicaciones, sobresale su obra Huidobro: Hambre de espacio y sed de cielo (con base en su tesis doctoral de 1978, publicada en 1981). De su obra poética, cabe citar Elegía a una muchacha (1965); Diez años después (1975); Morada (1976); Ferviente humo (1976), entre otros.
Poemas destacados
Al pie de la letra
La mujer que de pronto
aparece en la esquina
como la pasante de Baudelaire.
Sus ojos de noche del Líbano,
brillosos como la piel
de los dátiles,
enigmáticos como las líneas
que traza el destino
en las hojas de coca.
Su cuerpo esbelto,
su talle fino,
su andar de palmera con brisa,
su cabellera que al aire
latiga y aroma,
sus largas piernas
presentidas bajo la falda roja,
sus senos como dos olas
rompientes
a punto de perderse en el mar.
Y el mantel que prolonga a la nieve
sobre la mesa del bar
bajo la mirada que lee
lo que al azar la realidad inventa.
Y el poema que dice
al pie de la letra.
Escrito en blanco
Nieva esta nieve
como a veces se hablan
hombres y mujeres.
Continua
mente
instantánea
nieva por primera vez siempre
como se miran los que se aman.
Nieva como la única cosa
real que sucede.
Y corren los niños para tocarla
y tras ellos las palabras
frágiles como la nieve
pendiente
de una mirada.
La ausente
Emigran los pájaros
pero se quedan
el árbol y el tiempo.
Tengo miedo.
Hay mucha trampa
y poca luz
en el recuerdo.
Tengo miedo.
Qué pena, amor,
que tu presencia
dependa tanto de tu cuerpo.
Los amantes
Amable más que el alba:
la noche en la ventana.
En el cuarto la penumbra
como un ave que no acaba
de posarse o alzar vuelo.
Y ellos
sobre la sábana
en feroz y dulce duelo
buscando el centro
de su ceguera iluminada.
Ellos: dos cuerpos en uno
en jadeante ascenso
al vértigo mutuo
que los completa y desgarra.
Luego el sueño que los acoge
y guarda sus miradas
hasta que la espada del día
los arroja de nuevo
a calles repletas
de caras vacías
y niños hambrientos.
Y la luz que los ve alejarse
parpadea en el viento.
Reencuentro
Entré en el bosque,
a su pleno corazón
de silencio y luz inmóvil.
Con voz queda dije
tu nombre y otros nombres
como quien escribe
en el aire
para memoria de los árboles.
Mas no movió ninguna hoja
el álamo ni el roble.
Ni una sola rama el sauce.
Igual de indiferentes
pasaron
(felices en su vuelo)
un mirlo y dos gorriones.
De pronto
el viento mago
sacudió nubes y follajes:
se encendió el relámpago
y entré en la lluvia
contigo y los ausentes.