Poemas recomendados de Paraguay

Poemas recomendados de Paraguay

La poesía paraguaya es un reflejo de la rica cultura y la historia del país, con poetas que han sabido plasmar la identidad, la lucha y la belleza de su nación en versos inolvidables. En este post, exploraremos el mundo de la poesía paraguaya y presentaremos a algunos de los poetas más destacados que han dejado su huella en el corazón del país.
Rubén Bareiro Saguier

“Venganza”

No me senté a la puerta a esperar

que pase su cadáver.

 

Grité en las calles;

deletreé mi rabia y mi esperanza

en los muros sombríos de la noche;

golpeé las paredes de las cárceles,

los marqué con mis uñas, con mi sangre;

lancé piedras contra sus

altares de hojalata.

 

Expulso,

enarbolé la empecinada

voz de mi esqueleto

por la rosa del viento y la nostalgia.

 

Fui de los primeros en arrojar

puñados de salmuera

sobre sus despojos.

Susy Delgado

“¿Cómo?”

Aquí donde ya todo pareciera                 

ser agua calma,

¿Cómo se nombra la tristeza?

 

Hubo otro tiempo

en que ella era

el modo de caminar por la vida,

la manera de mirar las cosas,

y era palabra cotidiana,

repetida hasta el cansancio

y más veces aún hasta el llanto.

 

Aquí desde tan lejos,

después de tantas cosas,

cuando ya todo se ha cubierto

con un grueso manto de pudor,

¿cómo nombrar la tristeza?

 

Aquí donde ya todo pareciera

ser agua calma,

¿cómo se nombra la poesía?

 

Hubo otro tiempo

en que ella se acomodaba

en medio de todas las cosas,

las amables, las tristes, las amargas,

aunque, es verdad,

parecía encontrarse más a gusto

con las últimas.

 

Pero aquí desde tan lejos,

¿cómo llamar a la poesía?

Raquel Chaves

“Más allá del nombre”

Yo sé que soy

y me proclamo

caída en una vena

de sangre

y latitudes

diferentes.

 

Yo vengo de los Chaves,

portugueses

y lejanos sefardíes

amanecidos

ante la ley y el libro.

 

De residentas

y “destinadas”

desciendo,

del sacrificio

de sus vidas

después del exterminio!

 

Soy todos

mis pasados nombres…

 

Soy más

que el nacimiento

y la máscara

que hoy me toca usar.

 

Soy todas

mis pasadas vidas

y las otras que forjaré,

alerta cada día!

 

Así voy soltando

las amarras

que yo misma ceñí…

 

Y cuando libre esté,

cuando sin nombre

nadie sea,

que me definan

por la música

o no de estos versos.

José Luis Appleyard

“Lapacho”

Copa de vino añejo que desborda

la sutil embriaguez de sus colores,

encaje, cromo y luz en el que bordan

los pájaros la gloria de sus flores.

 

Mano morena que enguantada en lila

acaricia el azul de las mañanas,

badajo florecido de la esquila

triunfal del firmamento que se inflama.

 

Mancha de luz al borde de un camino,

jalón del campo y corazón del viento,

árbol que tiene para sí el destino

de ser la primavera en todo tiempo.

 

Y ya solo en la tarde pura y bella,

embriagado de luces y colores,

es el árbol que enciende las estrellas

con la llama morada de sus flores.

Elvio Romero

Esos días extraños

Vienes de afuera. Traes

vitales adherencias en la mirada clara.

Se te ve el regocijo. El júbilo te invade.

Repites nombres, cosas. Y al punto te detienes

en ese espacio grave de distancia que existe

en ese espacio grave de distancia que existe

entre el fervor que traes y el silencio que habito…

 

¿Qué tengo? ¿Qué contorno

de penumbra me sella y me fatiga?

¿Bajo qué precipicios cierro los ojos tristes

y apenas ya converso con brumas imprecisas?

¿Qué sucede que apenas te conozco,

que tu mirada clara se me borra en las manos

y me enredo en mi noche y mis recuerdos?

 

Pronto ves que no entiendo.

Que no estoy. Que no escucho.

Que irremediablemente me pierdo en esa umbría

donde, ciego y perdido, rompo mis pobres báculos

que he bajado a una estancia de fiebres invasoras

de donde extraigo, huraño y melancólico,

mis diarias cosechas, mis vinos silenciosos.

 

Algo quieres decirme. Algo quieres contarme.

Pero no estoy. No siento. Persisto en mi guarida.

Me hospedo en esa niebla donde a veces me pierdo,

bajo la estera oculta donde me afano y doblo,

en la triste carlanca donde enfundo mi sangre,

en mi agujero amargo.