Poemas recomendados de Puerto Rico
“Puerto Rico ha dado vida a poetas cuyos versos resuenan con la pasión, la historia y la riqueza de su identidad. En este post, exploraremos algunos de los poetas más destacados del país y la belleza de su contribución a la literatura; un reflejo de la rica historia y la pasión de la isla, con versos que celebran la cultura, la lucha y la belleza de Puerto Rico y continúan inspirando a nuevas generaciones de poetas y amantes de la poesía.”
Edwin Reyes
“Los barcos”
Los barcos me dan la vida
por esa negrura abierta
al viento, a la sombra yerta
de una muralla dormida.
Más que tu piel perseguida
me animan tus ojos quietos,
los gatos grandes y prietos
del Bulevar, la poesía
bruja del mar, todavía
los barcos me dan secretos
los barcos siempre los barcos,
la bruma siempre la bruma,
el horizonte no suma
la medida de sus arcos.
Yo hablé de unos ojos parcos
y de una piel requerida,
quise explicar la salida
del mar por que a ciencia cierta
por esa negrura abierta
los barcos me dan la vida.
Juan Antonio Corretjer
“Boricua en la luna”
Desde las ondas del mar
que son besos a su orilla,
una mujer de Aguadilla
vino a New York a cantar.
Pero no, solo a llorar
un largo llanto y morir.
De ese llanto yo nací
como la lluvia una fiera.
Y vivo en larga espera
de cobrar lo que perdí.
Por un cielo que se hacía
más feo más volaba
a Nueva York se acercaba
un peón de Las Marías.
Con la esperanza, decía,
de un largo día volver.
Pero antes me hizo nacer
y de tanto trabajar
se quedó sin regresar:
reventó en un taller.
De una lágrima soy hijo
y soy hijo del sudor
y fue mi abuelo el amor
único en mi regocijo
del recuerdo siempre fijo
en aquel cristal del llanto
como quimera en el canto
de un Puerto Rico de ensueño
y yo soy Puertorriqueño,
sin na, pero sin quebranto.
Y el “echón” que me desmienta
que se ande muy derecho
no sea en lo más estrecho
de un zaguán pague la afrenta.
Pues según alguien me cuenta:
dicen que la luna es una
sea del mar o sea montuna.
Y así le grito al villano:
yo sería borincano
aunque naciera en la luna.
Julia de Burgos
“Canción amarga”
Nada turba mi ser, pero estoy triste.
Algo lento de sombra me golpea,
aunque casi detrás de esta agonía,
he tenido en mi mano las estrellas.
Debe ser la caricia de lo inútil,
la tristeza sin fin de ser poeta,
de cantar y cantar, sin que se rompa
la tragedia sin par de la existencia.
Ser y no querer ser… esa es la divisa,
la batalla que agota toda espera,
encontrarse, ya el alma moribunda,
que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.
¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!
Fuera de tu canción soy ala seca.
La muerte y yo dormimos juntamente…
Cantarte a ti, tan sólo, me despierta.
Luis Palés Matos
“Neurosis”
Yo no sé si soy sonámbulo o neurótico;
siento algo en el alma, y no son míos…
El ambiente me sofoca, como a exótico
en un pueblo enteramente de judíos.
Vivo en ml y no comprendo; hormigueos
van abriendo filtraciones de erotismo
en mi pecho, y un enjambre de deseos
mancha ci cisne de mi estricto misticismo.
Poco a poco de mi juicio van comiendo
y un volcán de efervescencia promoviendo
al tocar de mis recuerdos el tropel;
que se agitan como cuervos plutonianos,
como duendes, como brujas, como enanos
del imperio revoltoso de Luzbel.
Amanda Berenguer Luis Lloréns Torres
“La luna durmió conmigo”
Esta noche la luna no quiere que yo duerma.
Esta noche la luna saltó por la ventana.
Y, novia que se quita su ropa de azahares,
toda ella desnuda, se ha metido en mi cama.
Viene de lejos, viene de detrás de las nubes,
oreada de sol y plateada de agua.
Viene que huele a besos: quizá, esta misma noche,
la enamoró el lucero galán de la mañana.
Viene que sabe a selva: tal vez, en el camino,
la curva de su cola rozó con la montaña.
Viene recién bañada: acaso, bajo el bosque,
al vadear el arroyo, se bañó en la cascada.
Viene a dormir conmigo, a que la goce y bese,
y a cantar la mentira de que a mi solo me ama.
Y como yo, al oírla, por vengarme, le digo
“mi amor es como el tuyo”, ella se ha puesto pálida.
Ella se ha puesto pálida, y al besarme la boca,
me ilumina las sienes el temblor de sus lágrimas.
Ahora ya sé que ella, la que en suntuosas noches
da su cuerpo desnudo, a mí me ha dado el alma.